Resumen de «Arthur Gordon Pym» de Edgar Allan Poe

No fue la de Edgar Allan Poe una vida sencilla. Las turbulencias que marcaron sus 40 años de marcha por el siglo XIX, y de paso su obra, hicieron de él un personaje casi trazado por la ficción que podría salir de su propia mente. Corrían los años 30 y el autor de Boston no cejaba en el empeño de ganarse la vida haciendo valer su especial talento para la literatura, empresa complicada con la que no dejaría nunca de pelearse.




Sus primeros recopilaciones de poemas, Tamerlane and Other Poems (1827) y Al Aaraaf, Tamerlane and Minor Poems (1829), dieron paso a sus tempranos escritos en prosa. Fue su intento de presentar varios de ellos en un volumen titulado Tales of the Folio Club el que desembocó en la génesis de El relato de Arthur Gordon Pym (Valdemar, última reimpresión en 2013). Poe presentó su idea compilatoria a la editorial J. & J. Harpers, que la rechazó aduciendo el gusto de los lectores americanos por obras de ficción extensas y con una sola historia a desarrollar a lo largo del libro.

Tras tomar buena nota, Poe se enfrascó en la redacción de una novela que publicó por episodios en la Southern Literary Messenger, la gaceta para la cual trabajaba. Sin embargo, y por razones que nos son desconocidas, Poe abandonó la revista en enero  de 1837 cuando se habían publicado un par de capítulos. No retomaría la redacción de la novela, con una razón de peso como es el apremio de la escasez, hasta poco tiempo después, publicándose finalmente en julio de 1838 en forma de libro por la mencionada J. & J. Harpers.

El relato de Arthur Gordon Pym tiene la peculiaridad de ser la única novela escrita por Edgar Allan Poe. Y es, se ha de añadir también, una novela extraña, envuelta en cierto misterio. Echando la vista hacia atrás, parece como si su doloroso parto prefigurara el curioso enigma encerrado en sus más de doscientas páginas.

Poe nos ofrece un texto quebrado y roto por las guías que precisamente deberían contenerlo y fijarlo: el prefacio y la nota final. Al comenzar el libro, es el propio Gordon Pym quien en una carta al lector, fechada en julio de 1838, narra su entrada en contacto con el escritor bostoniano, el cual se interesó por los hechos vividos por Pym en los Mares del Sur y más allá.

La primera parte de las aventuras se publicaron, dice, en los meses de enero y febrero de 1837 bajo el nombre de Poe con la pretensión de hacer pasar la narración por invento. Pero he aquí que el protagonista del relato concluye la carta comentando que ha decidido unir todas sus aventuras y publicarlas de una vez habida cuenta de que los lectores no creen que esos dos episodios de 1837 sean fruto de la imaginación, lo que le deja el camino expédito y libre de cualquier temor a la recepción de su escritura por parte del público.

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La otra columna que flanquea de manera peculiar la entrada a las tierras brumosas de Poe se encuentra al final del relato. Una voz, una nueva voz que se supone la de un editor, nos habla de la muerte de Pym, muerte que deja inconcluso el famoso final del relato. ¿Acaso no era Pym el que afirmaba en el prefacio la recopilación de sus aventuras? Sí, pero la vida no le ha dado más cuartel y a la tumba se lo ha llevado sin posibilidad de concluirlas como habría deseado.

¿Y qué hay de Edgar Allan Poe? “El caballero cuyo nombre se cita en el prefacio, y que, a juzgar por sus declaraciones, podría subsanar ese vacío, ha declinado asumir la tarea por razones tan comprensibles como la falta de precisión de los datos que dispone, y su escepticismo respecto a la veracidad de los últimos capítulos del relato”. Existiría una tercera persona capaz de darle fin cerrado al libro, pero, a pesar de conocerse su paradero, no se le pudo localizar.

Magnífico juego el de Poe, creador de un laberinto de espejos.

Las fuentes de las que Poe se sirvió para dar forma a Arthur Gordon Pym revelan su reverencia hacia la literatura y su sensibilidad hacia su tiempo. Es importante señalar, para el contexto de este artículo, que fue el propio Poe quien escribió el libro, no el ficticio caballero Gordon Pym. El autor no dudó en emplear textos sobre las aguas australes publicados en la época, tanto en periódicos como en libros, para otorgarle un aura de verosimilitud al relato.

En la construcción de su obra, Poe amalgamó elementos de diversos relatos y exploraciones de la época. Referencias a figuras como Reynolds el explorador y los capitanes Benjamin Morrell y James Cook se entrelazan con el periplo maldito y simbólico de «La balada del viejo marinero» (1798) de Coleridge y la lucha por la supervivencia de Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Este entramado narrativo refleja la habilidad de Poe para incorporar y fusionar influencias literarias y náuticas en su trabajo.

El relato de Arthur Gordon Pym también aborda la intrigante teoría de la tierra hueca al final del mundo, un tema que Poe ya había explorado brevemente en su relato corto «Manuscrito hallado en una botella» (1833). Este cuento sirve como un antecedente propio del autor para su única novela, ofreciendo una visión inicial de los temas y motivos que más tarde desarrollaría con mayor profundidad en su obra más extensa.

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La odisea de Arthur Gordon Pym resultó ser una experiencia macabra que no anticipaba al embarcarse como polizón en el Grampus. A pesar del serio aviso que el mar les brindó, tanto a él como a su amigo Augustus, en un incidente que dejó el bote en el que navegaban partido y hundido por el Ariel, el joven anhelaba embarcar y explorar el mundo. Oculto en la bodega, se encuentra ajeno a todo lo que ocurre en los niveles superiores, sumergido en su propio mundo. Cuando finalmente emerge tras días de sed y sufrimiento, descubre que su destino está lejos de mejorar radicalmente. Poe manipula a su antojo la travesía del Grampus sobre la carta de navegación, tejiendo una atmósfera enrarecida con olores y visiones macabras a medida que avanzan hacia el sur. Su narración está salpicada de detalles grotescos, rechazados por la crítica de su época, lo que convierte este viaje en una experiencia tanto física como emocional.

El gusto de Poe por lo simbólico se manifiesta de manera destacada a lo largo del relato, llevando las tres letras de su apellido más allá de su mera identificación. En cada página, se evoca la podredumbre, la muerte y se vislumbra el retrato de Poe con una mirada caída y triste. La narrativa está impregnada de una claridad antártica y dolorosa, que arrastra al lector desde el ojo hasta lo más profundo de su ser. Este enfoque irónico se ve reflejado en la visión del barco de la muerte avistado por los supervivientes del bergantín, una imagen que resuena de manera irónica con el destino que se burla, al igual que en el caso del Deméter de Bram Stoker arribando a las costas inglesas.

La narración, aunque en ocasiones se percibe dispersa y diluida al desentrañar la trama, posiblemente debido a la transición fuera de su elemento habitual, la poesía y el cuento corto, presenta un componente mítico que es una característica inherente en la obra del escritor de Boston. Este aspecto se hace evidente en cualquier relato que confronte al ser humano con la Naturaleza. Se destaca una sensación de constante fatalidad y tensión que subraya el encuentro con el Otro y lo raro y maravilloso que hace a Poe intensamente clásico. Tanto el Grampus como el Jane Guy, ambos navíos, están destinados a la exploración, enfrentándose a un mundo que les resulta extrañamente conocido y profundamente hostil, ya sea en su forma o en su esencia, o en ambas. Ante el vasto sentimiento oceánico que abre paso al “más allá, más allá”, hay un funesto presentimiento que tiñe de gris los corazones.

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Extraño final el de Edgar Allan Poe para «El relato de Arthur Gordon Pym». La conclusión, marcada por la voz del editor como súbita y con la amenaza de la muerte rondando de nuevo, resulta enigmática y elíptica. Algunos defensores de esta abrupta conclusión encuentran justificación en las palabras del propio escritor, quien calificó su obra de «tonta». Sin embargo, en este desenlace se encapsula la extrañeza y el terror sinuoso que caracterizan la narrativa de Poe, revelándose más expresivo y revelador cuanto más cercano está el final.

Borges, en su valoración, considera esta narración como el pináculo de la obra de Poe, destacando su pertenencia tanto a la historia de las letras occidentales como a lo intemporal y eterno. Según Borges, las últimas páginas del «Relato de Arthur Gordon Pym de Nantucket» constituyen una pesadilla sistemática cuyo tema secreto es el color blanco. Esta interpretación arroja luz sobre la profundidad y la complejidad que Poe infunde en su obra, elevando la conclusión de «Arthur Gordon Pym» a un nivel de significado simbólico que trasciende lo convencional.

El final de «Arthur Gordon Pym» se revela como uno de los pocos finales inconclusos en la historia de la literatura que, paradójicamente, se siente firmemente cerrado. La sentencia final, «Dentro de los montes lo he grabado, y mi venganza en el polvo de la roca«, resuena con una carga de misterio y significado que perdura más allá de la última página del libro. Esta frase encapsula la sensación de conclusión y venganza, al mismo tiempo que deja abierta la puerta a múltiples interpretaciones sobre el destino de los personajes y el significado más profundo de la obra.

 

 

 

 

 

 

 

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