Descubre la historia de «Invisible» de Roy Jacobsen: Resumen capítulo a capítulo

Resumen

El narrador se presenta como un «hombre invisible«, explicando que su invisibilidad no es resultado de un accidente bioquímico o de alguna causa sobrenatural, sino más bien de la falta de voluntad de otros para reconocerlo, debido a su condición de persona negra. Es como si las demás personas fueran sonámbulas que vagan en un sueño en el que él no tiene cabida. Esta invisibilidad, que pesa sobre él como una losa, es una experiencia profundamente solitaria y alienante, ya que le priva de la validación y el reconocimiento que todos anhelamos como seres humanos.

El narrador señala que su invisibilidad puede ser tanto una ventaja como una constante fuente de desdicha. En ocasiones, ser invisible lo lleva a cuestionar su propia existencia, a sentirse como un fantasma en un mundo que parece pasar por alto su presencia. Esta angustia interna se manifiesta en una necesidad imperiosa de ser visto y reconocido, de dejar una huella tangible en un mundo que constantemente parece ignorarlo.

Describe con angustia y dolorosa sinceridad su imperiosa necesidad de ser reconocido por los demás, pero lamenta que sus esfuerzos en ese sentido rara vez tengan éxito. A pesar de sus intentos persistentes por destacar, por ser más que una sombra fugaz en el paisaje humano, el narrador se enfrenta a una indiferencia casi universal. Este constante rechazo y falta de reconocimiento solo profundiza su sensación de aislamiento y alienación, dejándolo atrapado en un estado de invisibilidad tanto física como emocional.

El narrador comparte una experiencia impactante en la que se vio envuelto en un incidente nocturno con un hombre alto y rubio. En medio de la oscuridad, un malentendido desencadenó una confrontación. El hombre rubio, sin poder ver al narrador, lo insultó con un término despectivo, lo que desencadenó una reacción impulsiva por parte del narrador, quien exigió una disculpa. La situación escaló rápidamente cuando el narrador, dominado por la ira, arrojó al hombre al suelo, lo golpeó y llegó incluso a sacar un cuchillo, preparado para causar daño. Sin embargo, en un momento de lucidez, justo antes de infligir un posible daño irreparable, el narrador recobró la cordura y comprendió la verdadera naturaleza del conflicto.

El narrador reflexiona sobre el incidente y se da cuenta de la ironía de la situación: el hombre rubio lo insultaba sin darse cuenta de su presencia real, simplemente porque no podía verlo. Esta revelación sacude al narrador, quien se enfrenta a la dura realidad de su invisibilidad, tanto física como social. Este giro irónico de los acontecimientos le lleva a cuestionar su lugar en el mundo y a reflexionar sobre la forma en que los demás lo perciben, o más bien, no lo perciben.




Al día siguiente, el narrador se encuentra con una versión distorsionada de los hechos en el periódico, donde el incidente se describe como un atraco. Esta distorsión de la verdad añade una capa adicional de complejidad a la experiencia del narrador, quien se ve confrontado no solo con su invisibilidad literal, sino también con la forma en que la sociedad interpreta y representa sus acciones. Esta discrepancia entre la realidad y la percepción pública agudiza la sensación de alienación y desconexión del narrador con el mundo que lo rodea.

El narrador revela la contienda que actualmente libra contra la Monopolated Light & Power Company. Su residencia clandestina se ubica en una porción oculta del sótano de un edificio exclusivo para blancos, donde reside de forma clandestina y gratuita. La energía eléctrica que utiliza para iluminar su habitación la obtiene mediante un ingenioso método de robo a la compañía. Para iluminar su morada, ha instalado un total de 1.369 bombillas, las cuales mantienen oculta su presencia en las sombras, a pesar de los esfuerzos de la compañía por identificar al infractor.

En su reducto subterráneo, el narrador se sumerge en la música de Louis Armstrong, cuyos discos de jazz hacen vibrar su refugio. Anhela amplificar la experiencia auditiva con cinco tocadiscos para sentir físicamente las vibraciones de la música. Mientras se sumerge en esta atmósfera sonora, su mente se transporta a una escena en una iglesia negra, donde una mujer confiesa su compleja relación con su amo blanco. A través de esta narración, el narrador se cuestiona sobre el significado de la libertad, hasta ser interrumpido y expulsado de la escena por uno de los hijos de la mujer.

El relato del narrador se entrelaza con sus experiencias bajo la influencia de la marihuana mientras escucha la música de Armstrong. Describe el poder transformador de la música y de la droga, destacando cómo ambos alteran la percepción del tiempo. Sin embargo, el narrador reconoce que la marihuana limitaba su capacidad de acción, mientras que la música lo impulsaba a actuar. Este contraste entre las influencias revela la compleja relación del narrador con sus propias motivaciones y su búsqueda de un sentido de propósito en un entorno hostil y marginado.

El narrador se sumerge en una especie de letargo musical, invisible para los demás, mientras se prepara para una acción sin nombre. Sugiere que el inicio de su historia en realidad coincide con su desenlace.

Cuestiona quién podría ser el responsable detrás del intento de asesinato del hombre rubio, insinuando que los insultos lanzados por este último podrían haber sido la chispa. Aunque inmerso en un mundo onírico, el hombre rubio finalmente logra dominar el sueño.

Sin embargo, plantea la posibilidad de que, de haber llamado a la policía, el narrador habría sido culpado por el

Capítulo 1

incidente.

El narrador reflexiona sobre la vida y el legado de sus abuelos, quienes fueron esclavos liberados. Después de la Guerra Civil, aunque enfrentaban la segregación racial, mantenían la esperanza de una igualdad real. Este ideal de igualdad, a pesar de las circunstancias, marcó profundamente su perspectiva y la de su familia.

El abuelo del narrador vivió una vida en aparente paz después de su liberación. Sin embargo, en sus últimos momentos, compartió con el padre del narrador un sentimiento de amargura y traición. Comparó la existencia de los afroamericanos con un campo de batalla constante y se sintió, él mismo, como un traidor.

En un consejo que resonaría a través de las generaciones, instó al padre del narrador a enfrentar la opresión con una actitud apacible, empleando «síes» y «sonrisas». Asimismo, aconsejó a la familia a aceptar incluso la injusticia hasta sus últimas consecuencias. Este legado de resistencia pacífica y aceptación pesa sobre el narrador, quien, como su abuelo, vive una vida tranquila.

Aunque el narrador recibe elogios de los miembros blancos de su comunidad, siente una constante incomodidad. Las palabras de su abuelo lo atormentan, ya que interpreta esa conformidad como una traición a su identidad y a la lucha por la verdadera igualdad. Se enfrenta a un conflicto interno entre seguir el consejo de su abuelo y luchar por un cambio más profundo y significativo.

El narrador rememora con nitidez el momento en que pronunció el discurso de graduación en la escuela secundaria. En su discurso, exhortaba a la humildad y la sumisión como medios para el progreso de los afroamericanos. Este discurso fue tan impactante que la ciudad organizó para que lo repitiera en una reunión de los principales ciudadanos blancos de la comunidad.

El narrador llega al evento y se le asigna participar en lo que llaman la «batalla real», un espectáculo programado para esa noche. Él y algunos de sus compañeros de clase, también afroamericanos, son preparados con guantes de boxeo y son guiados hacia el ring.

La escena se torna aún más surrealista cuando una mujer blanca, rubia y desnuda, desfila con una bandera estadounidense pintada en su estómago. Algunos hombres blancos insisten en que los chicos negros la miren, mientras que otros los amenazan si no lo hacen.

Esta situación provoca un torbellino de emociones y reflexiones en el narrador, quien se encuentra en un dilema entre ceder ante la presión social y mantener su dignidad y valores personales. La escena se convierte en un símbolo doloroso de la lucha continua por la igualdad y el respeto en una sociedad marcada por la división racial.

Luego, los hombres blancos vendan los ojos a los jóvenes y les ordenan que se golpeen brutalmente unos a otros. El narrador sufre la derrota en la última ronda. Una vez que los hombres les han quitado las vendas, conducen a los concursantes hasta una alfombra cubierta de monedas y algunos billetes arrugados. Los chicos se lanzan a por el dinero, sólo para descubrir que una corriente eléctrica recorre la alfombra. Durante la loca lucha, los hombres blancos intentan obligar a los niños a caer de cara sobre la alfombra.

Cuando llega el momento para que el narrador dé su discurso, se enfrenta a una audiencia de hombres blancos que, lejos de tomarlo en serio, se burlan de él y lo ignoran mientras él cita, palabra por palabra, grandes secciones del discurso de la exposición de Atlanta de Booker T. Washington. En medio de las risas y las peticiones burlonas de que repita la frase “responsabilidad social”, el narrador comete un error al decir accidentalmente “igualdad social”.

Los hombres blancos, furiosos por el desliz, le exigen una explicación. Ante esta presión, el narrador admite su error, pero logra concluir su discurso entre un estruendoso aplauso. Es un momento de triunfo mezclado con tensión, ya que el narrador se encuentra en una situación incómoda pero logra mantener su compostura.

Como reconocimiento a su discurso, los hombres blancos le entregan un maletín de piel de becerro y le ordenan que lo cuide, insinuando que su contenido podría ser de importancia crucial para el futuro de su comunidad. El narrador siente una mezcla de emoción y curiosidad ante esta enigmática responsabilidad.

Para su absoluta alegría, al abrir el maletín, el narrador descubre una beca para la universidad estatal destinada a jóvenes afroamericanos. Es un momento de verdadera felicidad y realización para el narrador, quien ve en esta oportunidad la posibilidad de un futuro mejor y lleno de posibilidades para él y su comunidad.

Aunque más tarde descubre que las monedas de oro de la alfombra electrificada eran en realidad fichas de latón sin valor, su felicidad no se ve empañada por esta revelación. La beca representa mucho más que un simple premio material; es un símbolo de esperanza y oportunidad en un mundo lleno de desafíos y desigualdades.

Esa noche, el narrador se sumerge en un sueño en el que se encuentra en un circo junto a su abuelo, quien se muestra firme en su decisión de no reírse de los payasos, desafiando así las convenciones del espectáculo. Es un sueño cargado de simbolismo, donde la presencia del abuelo representa una guía espiritual y un vínculo con la tradición familiar.

En el sueño, el abuelo ordena al narrador que abra el maletín que recibió en la reunión anterior. Con una mezcla de expectación y ansiedad, el narrador obedece. En el interior del maletín, encuentra un sobre oficial con sello estatal. Este momento se carga de misterio y anticipación, ya que el contenido del sobre parece ser de gran importancia y significado.

Con manos temblorosas, el narrador abre el sobre solo para descubrir otro sobre en su interior. La secuencia se repite una vez más, y finalmente, en el último sobre, encuentra un documento con una orden rudimentaria de mantenerlo en movimiento. Es un giro inesperado en el sueño, que sugiere una carga de responsabilidad o destino que el narrador debe llevar a cabo.

El narrador se despierta abruptamente con la risa de su abuelo resonando en sus oídos. Es un despertar lleno de intriga y reflexión, donde la presencia del abuelo en el sueño sigue siendo una influencia poderosa en la vida del narrador, recordándole la importancia de su legado familiar y su propósito en la vida.

Capítulo 2

Al rememorar su época universitaria, el narrador se sumerge en el recuerdo de una fascinación particular por la estatua de bronce del fundador de la institución, un hombre negro. Describe esta estatua como una figura fría y paternal, con los ojos vacíos, que simboliza tanto la historia como las aspiraciones de la comunidad universitaria. Es un símbolo tangible de la presencia afroamericana en un entorno educativo dominado por figuras blancas.

Al llegar al final de su tercer año, el narrador acepta un trabajo como conductor para el Sr. Norton, uno de los millonarios blancos fundadores de la universidad. Durante un paseo por el campus, el narrador, en un intento de impresionar al anciano, lo conduce hacia una zona cercana de cabañas destartaladas. Lo que el narrador no sabe es que estas cabañas, alguna vez alojamiento para esclavos, ahora albergan a aparceros negros pobres. Es un encuentro entre dos mundos, donde el pasado oscuro se entrelaza con la realidad contemporánea.

Aunque Norton muestra un interés intrigado por las cabañas, el narrador se arrepiente de haberlo llevado allí, consciente de la presencia de Jim Trueblood, un hombre que ha dejado embarazada a su propia hija y es visto con desprecio y desconfianza por la comunidad universitaria. Norton reacciona con horror ante esta revelación, pero insiste en hablar con Trueblood. Es un momento de confrontación entre la idealización de la universidad y la cruda realidad de las vidas de aquellos que la rodean.

Este encuentro marca un punto crucial en la vida del narrador, quien se ve confrontado con las complejidades y contradicciones de la sociedad en la que vive. Es un despertar doloroso, que lo lleva a cuestionar sus propias creencias y prejuicios, y a enfrentarse a la difícil verdad que subyace bajo la superficie de su mundo aparentemente ordenado y privilegiado.

Trueblood explica que tuvo un sueño extraño y se despertó y se encontró teniendo relaciones sexuales con su hija. Norton escucha con una fascinación morbosa y voyerista. Trueblood se sorprende por el hecho de que los blancos le hayan colmado de más dinero y ayuda que antes de que cometiera el indescriptible tabú del incesto. Norton, sorprendido por la historia, le entrega a Trueblood un billete de cien dólares para comprar juguetes para sus hijos. Vuelve al coche aturdido y pide un poco de whisky para calmar los nervios.

Capítulo 3

El narrador, temiendo que Norton pueda sucumbir al shock, conduce apresuradamente hasta la taberna más cercana, el Golden Day, conocida por atender principalmente a negros y por funcionar también como burdel. A medida que se aproximan al Golden Day, el narrador se encuentra con un grupo de veteranos de guerra negros que padecen trastornos mentales y a quienes se les permite disfrutar de una tarde fuera de su residencia. Sin embargo, su asistente habitual no se encuentra en ningún lugar a la vista.

Inicialmente, el narrador planea entrar y salir rápidamente de la taberna, consciente de su dudosa reputación. Sin embargo, se ve impedido de hacerlo cuando el propietario se niega a vender whisky para llevar. En medio de esta situación, algunos de los veteranos deciden ayudar a llevar a Norton al interior, dado que ha perdido el conocimiento.

Una vez dentro, al ver a Norton desmayado, rápidamente le administran un poco de whisky, lo que provoca que recupere la conciencia de manera gradual. No obstante, la situación se complica aún más cuando emerge el brutal asistente encargado de los veteranos, quien, con escasa vestimenta, sale del área del burdel increpando por el alboroto causado por los veteranos. Esto desata una pelea tumultuosa en el local.

En medio del caos, Norton vuelve a perder el conocimiento, lo que lleva al narrador y a uno de los veteranos a llevarlo hacia arriba, donde residen las prostitutas. Es un momento tenso y caótico, donde el narrador se ve envuelto en una situación que escapa por completo a su control, mientras lucha por ayudar a Norton y mantener la calma en medio del tumulto circundante.

Este veterano en particular afirma ser médico y graduado de la universidad. Esta afirmación añade una capa de autoridad y credibilidad a sus palabras. Después de que Norton despierta, el veterano se burla del interés de Norton en el narrador y la universidad. Expone que Norton ve al narrador más como una mera insignia en su lista de logros que como un individuo completo, y que el narrador, a su vez, percibe a Norton no como un ser humano, sino como una figura divina. Esta observación subraya las dinámicas de poder y la falta de conexión genuina entre los dos personajes.

Con una astucia mordaz, el veterano describe al narrador como un autómata cegado por la sumisión a las órdenes de Norton, insinuando que esta ceguera es su mayor activo. Esta caracterización pone de relieve la compleja relación de dependencia entre el narrador y Norton, así como la naturaleza deshumanizante de esa relación.

La reacción airada de Norton ante estas palabras revela su incomodidad y su deseo de mantener su imagen de superioridad intacta. Exige que el narrador lo lleve de regreso a la universidad, tratando de restablecer el control sobre la situación. Sin embargo, durante el viaje de regreso, Norton se sume en un silencio total, sugiriendo una reflexión interna o un cambio de actitud.

Este intercambio entre el veterano y Norton es un momento crucial en la narrativa, ya que expone las tensiones subyacentes y las dinámicas de poder entre los personajes principales. Además, arroja luz sobre la percepción mutua de cada uno y sus roles dentro de la relación.

Capítulo 4




El señor Norton solicita ser llevado a su habitación y pide una visita personal del Dr. Bledsoe, el presidente de la universidad. Bledsoe, al enterarse de los acontecimientos de la tarde a través del narrador, reacciona con furia. Le reprocha al narrador por no haber sabido manejar adecuadamente a los poderosos fideicomisarios blancos, mostrándoles solo lo que la universidad quiere que vean. Esta reprimenda ilustra la importancia de la imagen y el control de la narrativa en la institución educativa.

Cuando Bledsoe finalmente llega a la habitación de Norton, ordena al narrador que se retire y le indica que asista al servicio de la capilla esa noche. Esta acción muestra el poder y la autoridad de Bledsoe sobre el narrador, así como su disposición a ejercer su influencia para mantener la situación bajo control.

Más tarde esa misma tarde, el narrador recibe un mensaje indicando que Bledsoe desea hablar con él en la habitación de Norton. Sin embargo, al llegar allí, solo encuentra al señor Norton, quien le informa que Bledsoe tuvo que marcharse repentinamente. Norton asegura al narrador que explicó a Bledsoe que él no era responsable de lo ocurrido y sugiere que cree que Bledsoe lo comprende.

Esta serie de eventos subraya las complejas dinámicas de poder y lealtad dentro de la universidad, así como la importancia de las apariencias y la manipulación de la percepción pública en el mantenimiento del orden establecido.

Capítulo 5

Durante el servicio de capilla, el reverendo Homer A. Barbee toma la palabra. Es un hombre afroamericano que lleva gafas oscuras, lo que añade un aire de misterio a su figura. Con una voz resonante, Barbee relata la historia del Fundador, un hombre nacido en la esclavitud y la pobreza, pero dotado de una inteligencia extraordinaria desde temprana edad.

La narración del Fundador es conmovedora y épica. Barbee relata cómo el Fundador casi muere en la infancia cuando un primo lo roció con lejía, dejándolo al borde de la muerte. Sin embargo, contra todo pronóstico, el Fundador sobrevive después de nueve días en coma, como si hubiera resucitado de entre los muertos. A pesar de sus cicatrices físicas, el Fundador aprende a leer por sí mismo y escapa de la esclavitud. Se traslada al norte, donde continúa sus estudios. Después de muchos años de esfuerzo y sacrificio, regresa al Sur y funda la universidad que se convierte en su legado.

El relato del Fundador deja al narrador profundamente conmovido. Sin embargo, en un momento revelador, Barbee tropieza al regresar a su asiento y sus gafas caen de su rostro. Es entonces cuando el narrador vislumbra los ojos ciegos de Barbee, lo que le lleva a una comprensión repentina: Barbee es ciego. Este descubrimiento añade una capa de significado adicional al sermón, pues muestra que incluso aquellos que no pueden ver físicamente pueden tener una visión espiritual y una comprensión profunda de la verdad.

Esta revelación deja una profunda impresión en el narrador, quien se enfrenta a la realidad de que las apariencias pueden ser engañosas y que la verdadera sabiduría a menudo reside más allá de lo que se puede ver con los ojos.

Capítulo 6

Después del servicio, el narrador se encuentra con Bledsoe, quien está profundamente contrariado por las acciones del narrador al llevar a Norton a lugares sensibles como las antiguas viviendas de esclavos, la cabaña de Jim Trueblood y el Día Dorado. El narrador, defendiendo sus acciones al seguir las instrucciones de Norton, se enfrenta a la frustración de Bledsoe. Bledsoe critica la ingenuidad del narrador al no entender cómo lidiar con las demandas irrazonables de los blancos, recordándole su experiencia como hombre negro en el Sur y la necesidad de ser más astuto en tales situaciones.

Bledsoe advierte al narrador sobre las consecuencias de desafiar a las figuras poderosas, indicando que investigará el incidente con el veterano que se burló de Norton. Al tomar un grillete de esclavo como símbolo de disciplina, Bledsoe deja en claro que espera obediencia del narrador. Sin embargo, la amenaza del narrador de exponer a Bledsoe por romper su promesa a Norton desencadena una respuesta airada de Bledsoe, quien defiende ferozmente su posición de poder y autoridad.

En lugar de imponer un castigo directo, Bledsoe ofrece al narrador una oportunidad de redención al enviarlo a Nueva York para trabajar y ganar dinero para su matrícula universitaria. Insinuando una posible readmisión en la escuela si tiene éxito, Bledsoe ofrece su apoyo al proporcionar cartas de recomendación. Aunque el narrador aparenta aceptar el castigo con resignación, su mente sigue atormentada por las palabras proféticas de su abuelo, lo que refleja la lucha interna y la incertidumbre sobre su futuro.

Capítulo 7

En el autobús rumbo a Nueva York, el narrador se topa con el veterano que había menospreciado al Sr. Norton y a la universidad. Sorprendentemente, el Dr. Bledsoe ha organizado el traslado del hombre a un centro psiquiátrico en Washington, DC. Aunque el narrador no puede concebir que Bledsoe esté involucrado en esa decisión, el veterano le da una señal con el ojo y le aconseja aprender a mirar más allá de la superficie de las cosas. Le advierte que se mantenga oculto de los blancos, de la autoridad, del hombre invisible que maneja los hilos. Crenshaw, el asistente del veterano, le reprende por hablar demasiado, pero el veterano defiende sus palabras, argumentando que verbaliza lo que la mayoría de los hombres sólo sienten. Antes de partir en otro autobús, el veterano aconseja al narrador que se comporte como su propio padre.

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Al llegar a Nueva York, el narrador queda asombrado al ver a un oficial negro dirigiendo a conductores blancos en la calle. Observa una reunión en una acera de Harlem, donde un hombre con acento antillano (más tarde identificado como Ras el Exhortador) pronuncia un discurso sobre «expulsarlos [a los blancos]». El narrador percibe la tensión en el aire y siente que un motín podría estallar en cualquier momento. Rápidamente encuentra alojamiento en un lugar llamado Casa de los Hombres y alquila una habitación.

Resumen: Capítulo 8

Durante los próximos días, el narrador se dedica a entregar todas las cartas de recomendación que Bledsoe le proporcionó, a excepción de una destinada al Sr. Emerson. A medida que los días pasan sin recibir respuesta, la incertidumbre comienza a instalarse en su mente. Intenta comunicarse por teléfono con los destinatarios, todos ellos altos funcionarios del colegio, pero solo recibe corteses negativas por parte de sus secretarias. Mientras tanto, su situación financiera se deteriora rápidamente. Con el dinero agotándose, comienzan a surgir vagas dudas en su mente sobre los verdaderos motivos de Bledsoe y el propósito de las cartas de recomendación que le entregó.

Resumen: Capítulo 9

El narrador se embarca en su misión de entregar su última carta y durante el trayecto conoce a un hombre llamado Peter Wheatstraw. Este individuo, con un sentido del humor marcado por la dialéctica negra, reconoce las raíces sureñas del narrador. Durante su conversación, Wheatstraw describe Harlem como la guarida de un oso, evocando en el narrador recuerdos de las historias populares de Jack el Conejo y Jack el Oso.

El narrador decide hacer una parada para desayunar en una tienda de delicatessen. El camarero, en un intento de sugerirle un plato especial, le menciona un menú que incluye chuletas de cerdo, sémola, huevos, galletas calientes y café. Sin embargo, el narrador se siente insultado por los estereotipos implícitos en la sugerencia del camarero y opta por pedir zumo de naranja, tostadas y café.

El narrador llega a la oficina del señor Emerson, donde es recibido por el hijo del Sr. Emerson, un hombre nervioso. Tras entregar la carta, el hijo la toma y se retira para leerla. Al regresar, muestra una expresión vagamente perturbada y comienza a hablar sobre su analista y sobre la injusticia percibida. Finalmente, permite que el narrador lea la carta: Bledsoe ha comunicado a cada destinatario que el narrador ha sido merecedor de una expulsión permanente, alegando haberlo despedido bajo falsos pretextos para proteger la universidad. Bledsoe solicita que se le permita al narrador «continuar imperturbable en [sus] vanas esperanzas [de regresar a la universidad] mientras permanece lo más lejos posible de nuestro medio».

Emerson explica que su padre es un hombre estricto e implacable y que no ayudará al narrador en esta situación. Sin embargo, se ofrece a conseguirle un trabajo en la planta de Liberty Paints. Lleno de ira y deseos de venganza, el narrador sale de la oficina. Imagina a Bledsoe pidiéndole a Emerson que «espera que el portador de esta carta muera y lo mantenga en funcionamiento». En un acto de determinación, llama a la planta y le informan que debe presentarse a trabajar a la mañana siguiente.

Capítulo 10

El narrador llega a la planta de Liberty Paints, un lugar imponente donde es recibido por un enorme cartel eléctrico que proclama: “Mantenga a Estados Unidos puro con pinturas Liberty…”. A su llegada, es guiado por el supervisor, el Sr. Kimbro, a través de los intrincados pasillos hasta una larga habitación repleta de cubos de pintura.

Allí, Kimbro procede a mostrar al narrador el proceso de trabajo de manera meticulosa: comienza abriendo los cubos llenos de una sustancia asquerosa de color marrón lechoso y añade diez gotas de otro químico negro; después, agita vigorosamente los cubos hasta que la pintura adquiere un blanco brillante. Acto seguido, aplica la pintura sobre pequeñas tablas de madera rectangulares y aguarda pacientemente a que se sequen. Si las tablas alcanzan un color blanco brillante al secarse, entonces el trabajo se considera realizado correctamente.

Con orgullo, Kimbro se jacta de que el blanco óptico producido por Liberty Paints es el más puro que se puede encontrar en el mercado, capaz de cubrir prácticamente cualquier superficie. La escena en la planta de pinturas Liberty Paints se presenta como un intrincado proceso industrial, donde cada paso es crucial para garantizar la calidad del producto final y donde la excelencia en el blanco óptico es el sello distintivo de la empresa.

Cuando solo queda un poco del químico negro, Kimbro le indica al narrador que vaya a la sala del tanque para conseguir más. Allí, el narrador se enfrenta a una situación desconcertante: siete tanques marcados con códigos incomprensibles, lo que le dificulta determinar cuál contiene el químico correcto. A pesar de su dilema, elige uno basándose en su aroma y continúa con el proceso de mezcla y aplicación de la pintura en los azulejos.

Sin embargo, el resultado no es el esperado. Los azulejos, en lugar de adquirir la textura dura y el brillo característico, terminan con un aspecto pegajoso y grisáceo. En ese momento, Kimbro regresa y se enfurece al ver el desastre, reprendiendo al narrador por haber añadido removedor concentrado a la pintura, lo que resultó en la ruina de unos setenta y cinco cubos.

Con frustración, Kimbro llena el gotero con el químico correcto y deja al narrador con su trabajo. A pesar de los esfuerzos, las muestras de pintura aún se secan con un vago tinte gris, pero sorprendentemente, Kimbro no parece percatarse del problema, lo que agrega un nivel adicional de tensión y preocupación para el narrador.

Más tarde, el narrador es enviado a la sala de la caldera para ayudar al ingeniero Lucius Brockway. Brockway, quien tiene la creencia arraigada de que los asistentes son siempre hombres con educación universitaria que quieren usurpar su trabajo, declara que no necesita un asistente, pero aún así pone al narrador a trabajar. Le indica que observe los manómetros de la caldera, mientras él se enorgullece de su papel indispensable en la fabricación de la pintura Optic White, el color característico de Liberty Paint. Según Brockway, solo él puede mezclar correctamente la base de la pintura. El lema asociado con este color es: «Si es blanco óptico, es el blanco correcto», una afirmación que evoca en el narrador un viejo dicho sureño: «Si eres blanco, tienes razón».

Llega la hora del almuerzo y el narrador regresa al vestuario para recuperar su almuerzo, interrumpiendo una reunión sindical. Algunos miembros lo acusan de ser un «soplón» o un informante, al enterarse de que es el asistente de Brockway. Los hombres deciden investigar al narrador y luego permitirle recuperar su almuerzo. Sin embargo, cuando Brockway se entera de la reunión sindical, se enfurece y amenaza con matar al narrador si no abandona la planta.

El narrador niega pertenecer al sindicato, pero la situación se tensa rápidamente. Brockway y el narrador comienzan a golpearse entre sí, y durante la pelea, Brockway pierde su dentadura postiza mientras muerde al narrador. Brockway lamenta la situación y lloriquea porque cree que el sindicato intenta robarle el trabajo.

En medio del caos, el narrador nota que las calderas están silbando, indicando una presión peligrosamente alta. Brockway le grita al narrador que gire la válvula para bajar la presión, pero el narrador, debilitado por la pelea, no tiene fuerzas para hacerlo. La tensión alcanza su punto máximo cuando la caldera explota. El narrador cae inconsciente bajo una pila de maquinaria y queda cubierto por «una sustancia viscosa apestosa», marcando un dramático giro en la historia.

Capítulo 11

El relato comienza con el protagonista despertando en un ambiente desconocido: un hospital. Su percepción inicial se ve sorprendida por la presencia de un hombre peculiar, un médico, cuyo rasgo más notable es un tercer ojo brillante que adorna el centro de su frente. Este detalle particular captura de inmediato la atención del narrador, quien se encuentra ataviado con un mono blanco, sugiriendo así una situación médica urgente o, al menos, controlada.

La situación se torna aún más enigmática cuando el médico le administra algo para tragar, lo que lleva al narrador a perder la conciencia nuevamente. Al recuperar la consciencia una vez más, esta vez en una camilla, se encuentra con la sorpresa de que ahora él mismo posee un tercer ojo ardiente en su frente, emulando la peculiaridad del médico. Esta simetría desconcertante entre el protagonista y el médico subraya la naturaleza surrealista de la escena.

En este punto, la identidad del narrador se vuelve nebulosa, incapaz de recordar su propio nombre, lo que resalta la confusión y el desorientado estado mental en el que se encuentra. Su preocupación principal parece radicar en su dolor físico, eclipsando momentáneamente su capacidad para abordar preguntas más fundamentales sobre su situación.

La atmósfera se ve aún más cargada de misterio con la introducción de los «médicos de cara rosada«, cuyas acciones sugieren un tratamiento médico invasivo, como descargas eléctricas. Este detalle añade una capa adicional de tensión y ansiedad a la narrativa, mientras el narrador lucha por reconciliar su entorno desconocido con su propia experiencia fragmentada y confusa.

Entre los sonidos ominosos que llenan el espacio del hospital, el narrador percibe el zumbido constante de máquinas y una música discordante que evoca el lamento de una mujer afligida. Estos elementos sensoriales contribuyen a la atmósfera inquietante y surrealista del entorno hospitalario, sumergiendo al lector aún más en el desconcertante mundo del protagonista.

En medio de la tensión y el debate, los médicos entran en discusión con el narrador sobre el curso de tratamiento a seguir: uno aboga por continuar con las descargas eléctricas, mientras que otro cuestiona la efectividad de tales métodos, considerándolos primitivos. Argumenta que no utilizarían descargas eléctricas en alguien con antecedentes en Harvard o Nueva Inglaterra, insinuando una posible discriminación basada en el estatus social o educativo.

El primer médico va más allá al declarar que una descarga eléctrica tendría un efecto similar al de una lobotomía, un procedimiento quirúrgico controvertido que implica la sección de fibras nerviosas en el cerebro para aliviar ciertos trastornos mentales. Además, sostiene que tanto el narrador como la sociedad se beneficiarían de manera significativa de este procedimiento. Esta afirmación no solo subraya la gravedad del tratamiento propuesto, sino que también plantea preocupaciones éticas y morales sobre la medicina y el bienestar del individuo.

La tensión alcanza su punto máximo cuando alguien sugiere la castración como una posible alternativa, lo que refleja la desesperación y la falta de consenso entre los profesionales de la salud. Sin embargo, el médico a cargo decide perseverar con las descargas eléctricas, optando por un enfoque que, aunque cuestionable, parece ser la opción preferida dentro del contexto del hospital.

La escena adquiere un matiz aún más inquietante cuando las conmociones provocadas por las descargas eléctricas hacen que el narrador experimente movimientos involuntarios. En este momento crítico, alguien observa esta respuesta física y la interpreta de manera despectiva, sugiriendo que el narrador está «bailando», y emite un comentario racialmente insensible al afirmar que «ellos [los negros] realmente tienen ritmo». Este comentario despectivo resalta las tensiones sociales y raciales presentes incluso en un entorno clínico aparentemente neutral.

La escena se desarrolla en el hospital, donde los médicos intentan comunicarse con el narrador, pero este se encuentra incapaz de comprender las palabras que le dirigen. Ante esta dificultad, los médicos recurren a escribir la pregunta en una tarjeta: “¿cómo te llamas?”. Es en ese momento cuando el narrador se da cuenta de que no puede recordar su propio nombre, lo que sugiere una pérdida significativa de memoria o una confusión mental profunda.

Los médicos, sin embargo, continúan su interrogatorio, planteando otras preguntas escritas relacionadas con la identidad del narrador. Sin embargo, este se ve limitado en su capacidad para responder, manifestando únicamente una mirada muda como respuesta. Esta falta de respuesta verbal subraya la confusión y la incapacidad del narrador para enfrentarse a su propia identidad en medio de la incertidumbre y el desconcierto.

Cuando se le pregunta sobre el nombre de su madre, el narrador se sumerge en una reflexión interna. Su respuesta no es un nombre, sino más bien una asociación emocional: “aquel que grita cuando sufres”. Esta imagen evocadora revela no solo la ausencia de un recuerdo concreto, sino también la conexión emocional y visceral del narrador con el concepto de la maternidad, subrayando así la profundidad de su confusión y desorientación.

En este contexto, los “gritos de las máquinas del hospital” sirven como un recordatorio constante del entorno claustrofóbico y alienante en el que se encuentra el narrador, acentuando su sensación de desubicación y desconexión con la realidad circundante.

La escena continúa con los médicos escribiendo otra pregunta: “¿Quién era el conejo Buckeye?” El narrador, en un estado de confusión y molestia, pero también con un toque de humor, se ve enfrentado a esta interrogante. Considera sarcásticamente que él mismo es Buckeye el Conejo, lo cual le incomoda, ya que sugiere que el médico ha descubierto su antigua identidad. Esta respuesta revela una complejidad en la relación del narrador con su propia identidad, así como una mezcla de emociones que van desde la confusión hasta la diversión.

Los médicos, sin embargo, no se detienen ahí y plantean otra pregunta: “Chico, ¿quién era el hermano conejo?” El narrador responde con un sarcasmo agudo: “Era el hombre de la puerta trasera de tu madre”. Esta respuesta, cargada de ironía y desdén, refleja la actitud desafiante y rebelde del narrador hacia la autoridad y la jerarquía médica. Además, revela una comprensión mordaz de las dinámicas sociales y las relaciones de poder presentes en el entorno hospitalario.

El narrador profundiza en su explicación, señalando que Brer y Buckeye son esencialmente la misma persona: “’Buckeye’ cuando eras muy joven y… inocente… ‘Brer’, cuando eras mayor”. Esta observación sugiere una dualidad en la identidad del narrador, una dualidad que puede reflejar su propia evolución personal o su percepción cambiante de sí mismo a lo largo del tiempo.

El narrador se encuentra en el hospital de la fábrica, donde los médicos le comunican que su recuperación ha sido exitosa y que es hora de que continúe con su vida. Le indican que debe vestirse y firmar unos papeles para poder recibir su cheque de indemnización. Además, el director del hospital le aconseja buscar un trabajo menos exigente y más tranquilo, sugiriendo que no está preparado para las dificultades inherentes al trabajo en una fábrica.

Ante esta situación, el narrador decide poner a prueba la familiaridad del director con ciertas figuras importantes en su vida. Pregunta si el director conoce al Sr. Norton o al Dr. Bledsoe, y en tono jocoso afirma que son viejos amigos suyos. Esta respuesta revela una actitud desafiante por parte del narrador, así como una cierta familiaridad con personas de alto estatus social o institucional.

Con el alta médica en mano, el narrador abandona el hospital sintiendo que una «personalidad extraña» se ha apoderado de él. Esta sensación sugiere una transformación interna o un cambio en su percepción de sí mismo y del mundo que lo rodea. Camina por las calles en un estado de estupor, como si estuviera en trance, y reflexiona sobre cómo ha superado su miedo a hombres importantes como los fideicomisarios y Bledsoe. Este momento de introspección revela un proceso de crecimiento personal y una mayor confianza en sí mismo por parte del narrador.

Mientras viaja en el metro hacia Harlem, el narrador observa a una mujer rubia platino mordiendo una manzana roja, una imagen que capta su atención y que podría tener connotaciones simbólicas. Esta escena finaliza el pasaje con una nota intrigante, dejando al lector con una sensación de anticipación y preguntas sin respuesta sobre el futuro del narrador y su viaje de autodescubrimiento.

Resumen: Capítulo 12

Al salir del metro, el narrador se desploma en la calle, víctima de un desvanecimiento repentino. Varios transeúntes se apresuran a ayudarlo y lo llevan hasta la casa de una amable mujer negra llamada Mary. Cuando recobra el conocimiento, ella le pregunta por qué decidió dejar el sur y venir a la ciudad de Nueva York. El narrador responde con sinceridad, revelando que su aspiración era convertirse en educador. Además, advierte sobre la influencia corruptora que la ciudad puede ejercer sobre las personas, señalando que, a pesar de estar en Nueva York, él no permite que la esencia de la ciudad penetre en su ser: «Estoy en Nueva York, pero Nueva York no está en mí».

Mary, identificándose con la experiencia del narrador al haber venido también del sur, ofrece su sabiduría y consejo. Le sugiere que regrese a ella si alguna vez busca alquilar una habitación fuera de la Casa de los Hombres, asegurándole que ofrece un alquiler justo. Este gesto amable y hospitalario de Mary resalta su generosidad y compasión hacia el narrador, así como su disposición a ayudar a aquellos que necesitan un lugar donde alojarse en la gran ciudad.

El mono blanco que el narrador lleva puesto atrae miradas hostiles hacia la Casa de los Hombres, lo que indica que ya no puede seguir viviendo allí. En su interior, se gesta un rechazo hacia los ideales de los antiguos defensores del progreso racial, quienes aún mantienen sus visiones de imperios comerciales negros. Además, experimenta compasión por aquellos que aún aferran sus sueños de libertad dentro de la segregación que prevalece después de la Guerra Civil.

El narrador se mofa de aquellos que, a pesar de realizar trabajos insignificantes, se visten con ropa cara y tratan de imitar los modales de los cortesanos congresistas sureños, todo con la esperanza de disimular su bajo estatus social. Este gesto de burla resalta la ironía y la hipocresía que percibe en aquellos que intentan enmascarar su verdadera posición social con una fachada de sofisticación y elegancia.

Mientras se dirige al ascensor, el narrador divisa a un hombre riendo y, confundiéndolo con el Dr. Bledsoe, descarga una escupidera sobre él. Sin embargo, se da cuenta demasiado tarde de que su víctima es un respetado predicador bautista. Antes de que alguien pueda atraparlo, escapa de la escena. Más tarde, logra persuadir a un portero amigable para que recupere sus pertenencias del edificio, solo para descubrir que la Casa de los Hombres lo ha prohibido por noventa y nueve años y un día.

El narrador se ve obligado a encontrar un nuevo hogar y alquila una habitación en el apartamento de Mary. Aunque se irrita por la constante expectativa de ella de que asuma algún papel de liderazgo en la comunidad negra, aprecia el hecho de que ella nunca lo critica cuando no lo hace o cuando tiene dificultades para pagar la comida o el alquiler.

A pesar de su inicial resistencia, el narrador comienza a sentir un creciente deseo de activismo. En su interior, brota un sentimiento de «ira negra», una fuerza impulsora que lo motiva a implicarse más en la lucha por los derechos de su comunidad. Este despertar de conciencia se intensifica aún más con la llegada del invierno, cuando el frío de Nueva York parece simbolizar la dureza de la vida para las personas marginadas.

Resumen: Capítulo 13

El narrador se topa con un vendedor ambulante que ofrece ñame horneado, lo que despierta en él una repentina nostalgia por el Sur. Decidido, compra tres para saborear mientras pasea por la calle, experimentando una sensación de libertad absoluta. Imagina la reacción de sus compañeros al verlo con estos emblemas de la cultura sureña, y los desprecia por alejarse de las cosas que realmente disfrutan: ñames, tripas y fauces de cerdo hervidas.

Continuando su camino, el narrador se encuentra con una multitud congregada para presenciar un desalojo. Para la multitud, este acto de despojo parece ser algo cotidiano. Los hombres blancos proceden a sacar los muebles del hogar de un apartamento, incluyendo una silla con una anciana negra aún sentada en ella. Al presenciar la escena y ver cómo los objetos de la vida de la pareja son desechados sin consideración, el narrador se identifica profundamente con ellos.

Lleno de ira y empatía, el narrador se ve impulsado a pronunciar un discurso espontáneo y conmovedor que llama a la resistencia. Su voz resuena entre la multitud, inspirando a los presentes a unirse en defensa de la pareja y sus posesiones. Impulsados por sus palabras, los asistentes se organizan para ayudar a llevar las pertenencias de la pareja de regreso al interior del edificio.

Ante la llegada de la policía, el narrador decide huir, creyendo que ha conseguido escapar. Sin embargo, su alivio se ve interrumpido por una voz que proviene de detrás de él: «Esa fue una persuasión magistral, hermano». La voz pertenece a un hombre blanco, quien se presenta como un amigo. Lo conduce a una cafetería y allí intenta convencerlo para que se convierta en portavoz remunerado de la sucursal de Harlem de su organización política.

A pesar de los intentos del hombre, el narrador rechaza la oferta. El hombre se identifica como Hermano Jack y le entrega un número de teléfono, ofreciéndole la posibilidad de reconsiderar su decisión en el futuro.

Este encuentro marca un momento crucial en la vida del narrador, donde se ve confrontado con la oportunidad de utilizar su voz para influir en la comunidad de Harlem. Sin embargo, su rechazo sugiere una renuencia a comprometerse con una causa que no siente como propia en ese momento. La oferta de Hermano Jack representa una puerta abierta hacia un futuro incierto, donde las decisiones del narrador podrían tener un impacto significativo en su camino hacia la autodeterminación y la identidad.

Resumen: Capítulo 14

Al regresar a la casa de Mary, el narrador reflexiona sobre su situación y se da cuenta de la generosidad de Mary al alojarlo y alimentarlo sin cobrarle desde que su cheque de compensación de la fábrica se agotó semanas atrás. Este gesto lo lleva a reconsiderar su decisión anterior y decide llamar al número que le proporcionó Jack.

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Con el cambio de opinión, el narrador acuerda encontrarse con Jack en Lenox Avenue. Un coche se detiene frente a él, y dentro se encuentra Jack acompañado de varios hombres. Juntos se dirigen hacia un hotel llamado Chthonian, donde parece que se está llevando a cabo un evento de cóctel.

En el hotel, Jack presenta al narrador a su amante, Emma. En un momento de intimidad, ella le susurra con una voz apenas audible: «¿Pero no crees que deberías ser un poco más negro?» Esta observación desconcertante revela las complejidades de la identidad racial y la presión social dentro de la comunidad negra, así como las expectativas impuestas sobre cómo uno debe comportarse o identificarse según su raza.

Este encuentro marca otro giro en la vida del narrador, donde se ve inmerso en un ambiente de política y relaciones interpersonales complejas, que desafían sus percepciones y lo empujan hacia un territorio desconocido y cargado de tensiones raciales.

Jack explica que su organización, conocida como Hermandad, tiene como objetivo el activismo social, uniendo fuerzas para luchar por las personas que han sido «desposeídas de su herencia». Él destaca que al narrador se le proporcionarán algunos documentos para que los revise y así pueda tomar una decisión informada sobre si unirse a la Hermandad.

Además, Jack plantea la posibilidad de que el narrador se convierta en el nuevo Booker T. Washington, una figura influyente en la lucha por los derechos civiles y la igualdad racial en Estados Unidos. En medio de una conversación llena de reflexiones, Jack aborda una crisis mundial inminente, advirtiendo que la destrucción es inminente si no se realizan cambios sociales urgentes. Destaca que estos cambios deben ser impulsados por la gente misma, subrayando así la importancia del activismo y la participación ciudadana en la transformación de la sociedad.

Este diálogo revela la visión y los objetivos de la Hermandad, así como la urgencia percibida por Jack sobre la necesidad de acción y cambio social. Para el narrador, esta conversación marca un momento crucial en su vida, donde se enfrenta a decisiones que podrían tener un impacto significativo en su papel dentro de la comunidad y en su contribución a la lucha por la justicia y la igualdad.

El narrador acepta la oferta y Jack le comunica los siguientes pasos: debe cambiar su nombre, trasladarse a un apartamento proporcionado por la Hermandad y cortar completamente con su pasado. Con solemnidad, Jack escribe el nuevo nombre del narrador en un trozo de papel y se lo entrega. «Ésta es tu nueva identidad», declara. Además, le entrega trescientos dólares para cubrir el alquiler atrasado y le explica que recibirá sesenta dólares a la semana, una suma significativa.

Con su nuevo nombre y una nueva dirección, el narrador se embarca en una nueva etapa de su vida. Este cambio representa un giro radical en su identidad y su destino, marcando el comienzo de una nueva jornada como miembro activo de la Hermandad.

Finalmente, el narrador regresa al apartamento de Mary esa misma noche, llevando consigo las implicaciones y responsabilidades de su decisión. Este retorno al hogar de Mary sugiere un momento de reflexión y preparación antes de sumergirse por completo en su nuevo rol y compromiso con la Hermandad.

Resumen: Capítulo 15

Al despertar al día siguiente, el narrador nota por primera vez un objeto junto a su puerta: una hucha de hierro fundido con la forma de un hombre negro, con labios rojos brillantes. Si se coloca una moneda en la mano de la estatua y se presiona una palanca en la parte posterior, la moneda cae hacia la boca sonriente. Aunque inicialmente reacciona con furia, rompiendo la estatua, luego se calma y recoge los pedazos, así como las monedas esparcidas por el suelo.

Avergonzado por su acto impulsivo, el narrador duda en contarle a Mary lo sucedido. Decide recoger los restos de la estatua en un periódico viejo y esconder el paquete en el bolsillo de su abrigo. Luego, procede a pagar su deuda pendiente y sale de la casa de Mary, sin mencionarle que no planea regresar.

Este episodio marca un momento de conflicto interno y vergüenza para el narrador, quien se enfrenta a las consecuencias de sus acciones impulsivas. Su decisión de ocultar la verdad a Mary y abandonar su hogar refleja un deseo de evitar confrontaciones y de comenzar una nueva vida sin ataduras ni remordimientos.

El narrador decide deshacerse del paquete en un bote de basura, pero una anciana lo confronta exigiéndole que saque la basura de su contenedor. Ante esto, deja el paquete en la nieve en un cruce. Sin embargo, otro hombre, creyendo que el narrador ha dejado el paquete accidentalmente, lo sigue al otro lado de la calle y se lo devuelve.

Finalmente, el narrador opta por guardar el paquete en su maletín y se dirige al metro. Durante el trayecto, se percata de que algunas personas están leyendo periódicos con titulares en negrita que anuncian: “Protesta violenta por el desalojo de Harlem”.

Decidido a asumir su nuevo rol en la Hermandad, el narrador adquiere un traje nuevo y contacta a Jack. Este último le indica que se dirija a su nuevo apartamento en el Upper East Side, donde encontrará literatura sobre la Hermandad esperando su lectura. Además, Jack le asigna la tarea de dar un discurso en un mitin en Harlem programado para esa misma noche.

Este conjunto de eventos marca un punto de inflexión en la vida del narrador, quien se encuentra cada vez más inmerso en su nuevo papel como miembro activo de la Hermandad. La noticia de la protesta violenta en Harlem y la responsabilidad de dar un discurso lo sumergen aún más en el activismo político y la lucha por la justicia social.

Resumen: Capítulo 16

Los miembros de la Hermandad acompañan al narrador a un mitin político, instruyéndole que retenga su discurso hasta que la multitud alcance un estado frenético. El evento tiene lugar en un antiguo ring de boxeo, donde la atmósfera de tensión y expectativa es palpable.

Mientras observa el escenario, el narrador se topa con una fotografía rota de un ex campeón de boxeo que perdió la visión durante una pelea amañada y posteriormente falleció en un hogar para ciegos. Esta imagen provoca una reflexión profunda sobre las consecuencias de la explotación y la injusticia.

Cuando llega el momento, el narrador se encamina hacia el escenario, pero la luz deslumbrante del foco lo ciega temporalmente. La multitud comienza a corear: “¡No más despojos de los desposeídos!”, en un fervor de indignación y determinación.

A medida que el narrador se acerca al micrófono, la intensidad de la luz dificulta su capacidad para ver a la audiencia. En un momento de nerviosismo, se da cuenta de que ha olvidado todos los eslóganes y mensajes que había leído en la literatura de la Hermandad. Sin embargo, en lugar de rendirse, decide improvisar.

Este momento representa un desafío para el narrador, quien se encuentra en una encrucijada entre la preparación y la espontaneidad. Su capacidad para improvisar en un momento de presión revela su determinación y habilidad para adaptarse a situaciones cambiantes, demostrando así su compromiso con la causa de la Hermandad.

El discurso del narrador se desarrolla en torno a una metáfora extendida de la ceguera, que explora una dicotomía entre «ellos» y «nosotros». En su oratoria, el narrador expresa que “ellos” nos han despojado a cada uno de “nosotros” de un ojo. Pinta el cuadro de «nosotros» caminando por las aceras, ciegos de un lado, mientras un sinvergüenza aceitoso en plena calle nos arroja piedras. De manera enérgica, el narrador llama a la multitud a recuperar “nuestra” vista y a unirse para que “nosotros” podamos ver ambos lados de la calle.

El público responde con un estruendoso aplauso al concluir el discurso. El narrador, aún deslumbrado por la luz brillante del escenario, avanza a tientas fuera de la plataforma y cae en los brazos de sus admiradores.

Este discurso resuena con fuerza, utilizando la metáfora de la ceguera para transmitir un mensaje de unidad y acción colectiva. La llamada a recuperar la visión y unirse como comunidad para enfrentar los desafíos externos refleja un llamado a la acción poderoso y motivador.

Posteriormente, algunos de los Hermanos critican su discurso por su estilo incendiario y poco científico. Deciden enviar al narrador al hermano Hambro para que cultive su talento natural para hablar, pero infundiéndole la retórica de la Hermandad. El narrador regresa a casa sintiéndose como una persona nueva, radicalmente diferente del chico expulsado de la universidad. Sin embargo, en su momento de orgullo y triunfo, los recuerdos de su abuelo lo persiguen fugazmente.

Este pasaje destaca un punto crucial en la evolución del narrador como líder y orador dentro de la Hermandad. La crítica recibida por su estilo incendiario lo lleva a buscar la orientación del hermano Hambro, con la esperanza de mejorar sus habilidades retóricas sin perder su esencia. Aunque se siente transformado y empoderado por su nuevo papel, los recuerdos de su pasado y sus raíces familiares siguen ejerciendo una influencia poderosa sobre él, recordándole de dónde viene y las lecciones aprendidas en el camino.

Resumen: Capítulo 17

Después de meses de estudio intensivo de la ideología de la Hermandad, el narrador es nominado y elegido por el comité como portavoz principal del distrito de Harlem. Este nombramiento marca un hito en su ascenso dentro de la organización. Como resultado, se le otorga su propia oficina, un símbolo tangible de su nuevo rol y responsabilidad.

Durante este período, el narrador se encuentra con Tod Clifton, un miembro influyente del comité ejecutivo. Clifton le informa sobre la persistente oposición que la Hermandad enfrenta en Harlem por parte de Ras el Exhortador, un destacado militante nacionalista negro. La presencia de Ras es un recordatorio constante del panorama político complejo en el que la Hermandad está inmersa.

El narrador recuerda haber visto a Ras el Exhortador dando un apasionado discurso cuando llegó por primera vez a Nueva York. En este discurso, Ras insta a una desconfianza total y absoluta hacia la cultura blanca, una postura que contrasta fuertemente con la filosofía de la Hermandad y que representa un desafío significativo para su influencia en Harlem.

Esta situación plantea un nuevo conjunto de desafíos y dilemas para el narrador en su papel como portavoz de la Hermandad. Se enfrenta a la tarea de reconciliar las diferencias ideológicas dentro de la comunidad negra de Harlem y de ganar la confianza y el apoyo de sus miembros en un entorno cada vez más polarizado.

Un día, la Hermandad organiza una manifestación de protesta contra lo que consideran políticas de desalojo racistas en Harlem. Sin embargo, la protesta se ve interrumpida por Ras y sus seguidores, lo que desencadena un enfrentamiento tumultuoso entre ambos grupos. En medio de la confusión y la oscuridad de la noche, el narrador lucha por distinguir entre los miembros de su propia organización y los partidarios de Ras.

En medio del caos, el narrador se encuentra con Clifton y Ras enfrascados en una intensa pelea. Ras saca un cuchillo, pero en un momento de sorprendente clemencia, decide perdonar a Clifton, destacando su conexión racial compartida. En un intento por entender las motivaciones de Clifton, Ras cuestiona por qué trabaja con la Hermandad, una organización en la que los miembros negros son una minoría, acusándolo de renunciar a su herencia y de haber sido seducido por la promesa de beneficios personales.

Ras insinúa que la Hermandad ha atraído a Clifton con la ilusión de privilegios y relaciones interraciales, mientras advierte sobre la traición inminente por parte de los miembros blancos de la organización hacia sus compañeros negros. Este encuentro tenso subraya las tensiones internas y las divisiones ideológicas dentro de la comunidad negra en Harlem, así como los desafíos a los que se enfrenta el narrador en su liderazgo dentro de la Hermandad.

El narrador comienza a solicitar el apoyo de los líderes comunitarios de Harlem en la lucha de la Hermandad contra los desalojos injustos, una causa que recibe un amplio respaldo por parte de estos líderes. Este paso marca un hito importante en su compromiso con la Hermandad y en su búsqueda por el cambio social en su comunidad.

El nuevo nombre del narrador se vuelve ampliamente reconocido en la comunidad de Harlem, reflejando su creciente influencia y su dedicación al movimiento. Su presencia se consolida aún más a medida que se entrega por completo a su trabajo, organizando marchas y mítines que buscan generar conciencia y movilizar a la comunidad en la lucha contra la injusticia.

A pesar de sus éxitos públicos, el narrador sigue atormentado por pesadillas recurrentes relacionadas con figuras del pasado como el Dr. Bledsoe, Lucius Brockway y su abuelo. Estas experiencias traumáticas le recuerdan las complejidades de su propia historia y las divisiones internas que enfrenta, lo que lo lleva a experimentar una profunda discordancia entre su identidad pública y privada.

Esta lucha interna añade una capa adicional de complejidad a su compromiso activo con la Hermandad y a su papel como líder en la comunidad de Harlem. Mientras trabaja incansablemente por la justicia social, el narrador también se ve confrontado con sus propias batallas personales y emocionales, que moldean su percepción del mundo que lo rodea y su papel en él.

Resumen: Capítulo 18

El narrador recibe una carta anónima sin sello, un mensaje enigmático que lo insta a ser cauteloso y a recordar su identidad como hombre negro en un mundo dominado por blancos. Intrigado y preocupado por el contenido de la carta, busca la orientación de otro miembro negro de la Hermandad, el hermano Tarp.

El hermano Tarp, un veterano de la lucha por los derechos civiles, brinda apoyo al narrador y le asegura que es respetado y querido dentro de la organización. Sin embargo, desconoce la identidad del remitente de la carta misteriosa, lo que aumenta la intriga y la preocupación del narrador.

En un gesto de confianza y camaradería, Tarp comparte con el narrador su propia experiencia como hombre negro en América. Revela que pasó diecinueve años encadenado a una cadena de presos negros después de negarse a ceder ante la opresión de un hombre blanco. Este relato conmovedor y revelador profundiza la conexión del narrador con la lucha por la igualdad y le recuerda la importancia de su compromiso con la causa.

Para reforzar este mensaje, Tarp le entrega al narrador un grillete, un símbolo tangible de la lucha continua por la libertad y la justicia para los negros en Estados Unidos. Este gesto simbólico sirve como recordatorio constante de la verdadera causa por la que están luchando y fortalece el compromiso del narrador con la Hermandad y su misión de cambio social.

 

Otro miembro negro del grupo, el hermano Wrestrum, nota el grillete sobre el escritorio del narrador y sugiere que lo guarde, argumentando que «dramatiza» las diferencias raciales dentro de la Hermandad. Wrestrum insinúa que algunos miembros de la Hermandad mantienen actitudes racistas, pero el narrador opta por no darle importancia a sus comentarios.

Wrestrum continúa sus sugerencias, proponiendo que cada miembro de la Hermandad utilice algún símbolo distintivo para facilitar el reconocimiento entre ellos. Como ejemplo, relata una anécdota en la que Tod Clifton, en un acto de confusión durante una pelea callejera, golpeó a un Hermano blanco al confundirlo con uno de los matones que intentaban reprimir una manifestación de la Hermandad.

Este intercambio revela tensiones latentes dentro del grupo y plantea preguntas sobre la cohesión y la identidad dentro de la Hermandad. El narrador se enfrenta a la decisión de cómo abordar estas preocupaciones mientras continúa navegando por las complejidades de su papel como líder y activista en la lucha por la justicia racial.

El editor de una revista contacta con la oficina solicitando una entrevista con el narrador. Ante esta solicitud, el narrador intenta persuadir al editor para que entreviste a Clifton, destacando sus logros y contribuciones dentro de la Hermandad. Sin embargo, el editor argumenta que la imagen pública favorable del narrador lo convierte en una figura más atractiva para sus lectores, buscando así presentarlos con un héroe de la causa.

El narrador aprovecha la oportunidad para explicar al editor que cada miembro de la Hermandad es un engranaje vital en el funcionamiento de la organización, y que todos sacrifican sus ambiciones personales en beneficio del bien común. Durante esta conversación, Wrestrum, presente en la oficina, muestra su apoyo silencioso hacia el narrador mientras este expone sus puntos de vista.

A pesar de la presión del editor y las expectativas del público, el narrador se siente incómodo con la idea de ser destacado como un héroe individual, reconociendo la importancia del trabajo colectivo en la Hermandad. Sin embargo, en un acto de rebeldía y para contrarrestar la influencia autoritaria de Wrestrum, el narrador cede finalmente y acepta la entrevista propuesta.

Tras la salida de Wrestrum de la oficina, el narrador se queda reflexionando sobre su decisión y las implicaciones de aceptar ser presentado como el rostro visible de la Hermandad en los medios de comunicación. Esta situación plantea cuestiones importantes sobre la identidad, la representación y el liderazgo dentro de la organización.

El editor de una revista contacta con la oficina solicitando una entrevista con el narrador. Ante esta solicitud, el narrador intenta persuadir al editor para que entreviste a Clifton, destacando sus logros y contribuciones dentro de la Hermandad. Sin embargo, el editor argumenta que la imagen pública favorable del narrador lo convierte en una figura más atractiva para sus lectores, buscando así presentarlos con un héroe de la causa.

El narrador aprovecha la oportunidad para explicar al editor que cada miembro de la Hermandad es un engranaje vital en el funcionamiento de la organización, y que todos sacrifican sus ambiciones personales en beneficio del bien común. Durante esta conversación, Wrestrum, presente en la oficina, muestra su apoyo silencioso hacia el narrador mientras este expone sus puntos de vista.

A pesar de la presión del editor y las expectativas del público, el narrador se siente incómodo con la idea de ser destacado como un héroe individual, reconociendo la importancia del trabajo colectivo en la Hermandad. Sin embargo, en un acto de rebeldía y para contrarrestar la influencia autoritaria de Wrestrum, el narrador cede finalmente y acepta la entrevista propuesta.

Tras la salida de Wrestrum de la oficina, el narrador se queda reflexionando sobre su decisión y las implicaciones de aceptar ser presentado como el rostro visible de la Hermandad en los medios de comunicación. Esta situación plantea cuestiones importantes sobre la identidad, la representación y el liderazgo dentro de la organización.

Dos semanas después, Wrestrum acusa al narrador de utilizar a la Hermandad para promover sus ambiciones personales. Señala la entrevista de la revista como prueba. El narrador considera el rostro de Wrestrum como una máscara: detrás de la máscara, imagina, el verdadero Wrestrum se ríe.

El comité, tras revisar la situación, encuentra al narrador inocente con respecto al artículo de la revista. Sin embargo, decide llevar a cabo una investigación exhaustiva de su otro trabajo con la Hermandad. Como medida cautelar, lo trasladan al centro, fuera del distrito de Harlem, y lo nombran portavoz de los derechos de las mujeres mientras dure la investigación.

Aunque decepcionado por esta decisión y el traslado, el narrador opta por aceptar su nuevo encargo y dedicarse de lleno a él. Guarda sus papeles en su maletín y se marcha, comprometido a continuar su labor con la misma determinación y pasión que antes.

Resumen: Capítulo 19

Después de la primera conferencia del narrador como activista por los derechos de las mujeres, una mujer blanca lo invita a su casa para discutir la ideología de la Hermandad. Sin embargo, pronto descubre que sus intenciones van más allá de una simple conversación; resulta ser una esposa abandonada que pretende seducirlo. A pesar de las reservas iniciales del narrador, ambos terminan pasando la noche juntos.

Más tarde esa noche, el marido de la mujer llega a casa. Sorprendentemente, la pareja duerme en habitaciones separadas, lo que sugiere una dinámica complicada en su relación. El marido, sin siquiera entrar a la habitación, hace una breve petición para que lo despierten temprano en la mañana. Esta interacción deja al narrador desconcertado, preguntándose sobre la naturaleza de su relación y el grado de conocimiento del marido sobre lo que está sucediendo.

Después del breve encuentro con el marido, el narrador se siente incómodo y desorientado. Siente una mezcla de incredulidad y confusión, preguntándose si su encuentro con el marido fue real o simplemente un sueño. Decide abandonar apresuradamente el edificio, comprometiéndose consigo mismo a no verse envuelto en una situación similar nuevamente.

Esta experiencia deja al narrador reflexionando sobre los límites de su participación en situaciones personales de los demás y la importancia de mantenerse firme en sus principios y compromisos éticos.

La Hermandad convoca al narrador a una reunión de emergencia. Los miembros le informan que será trasladado de regreso a Harlem y que Clifton ha desaparecido. La situación es alarmante: la Hermandad ha perdido popularidad en Harlem, mientras que Ras ha ganado cada vez más seguidores.

Jack, uno de los líderes de la Hermandad, le indica al narrador que debe asistir a una reunión estratégica al día siguiente. La urgencia de la situación y la desaparición de Clifton sugieren un giro inesperado en los acontecimientos, lo que genera preocupación y tensión entre los miembros de la Hermandad.

Resumen: Capítulo 20

El narrador decide visitar un bar, uno de los lugares que solía frecuentar en Harlem. Allí, reconoce a dos hombres que han asistido a algunos de sus discursos y se dirige a ellos con un gesto amistoso como “hermanos”. Sin embargo, la reacción que recibe es de hostilidad. Pronto se entera de que muchos de los trabajos que la Hermandad había conseguido para los residentes de Harlem han desaparecido, lo que ha provocado que estos hombres abandonen la organización.

Algunos de ellos lo acusan al narrador de haber desarrollado una suerte de «fiebre blanca» después de mudarse al centro para dar una conferencia. Este cambio en su enfoque geográfico parece haber creado una brecha entre él y la comunidad de Harlem.

Decepcionado por la falta de apoyo y comprensión, el narrador regresa a su antigua oficina en busca del hermano Tarp, buscando orientación o consuelo en medio de la confusión. Sin embargo, descubre que el edificio está vacío y que Tarp no está disponible para ofrecerle su ayuda.

Esta revelación es solo el comienzo de una serie de desafíos que enfrentará el narrador, ya que descubre que la membresía de Harlem en la Hermandad ha disminuido debido a un cambio en el enfoque de la organización, que ahora se centra más en cuestiones nacionales e internacionales en lugar de las preocupaciones locales de la comunidad.

El narrador espera con ansias una llamada para la reunión estratégica anunciada por el hermano Jack, pero el esperado llamado nunca llega. Decidido, se apresura a dirigirse a la sede, solo para descubrir que la reunión ya está en marcha sin él. Es evidente que los demás miembros de la Hermandad tenían la intención de excluirlo deliberadamente desde el principio, lo que lo llena de furia. Abandona el edificio en un estado de descontento y frustración, y decide ir a comprar zapatos como una forma de desahogarse.

Mientras está en la calle, se topa con Tod Clifton, quien está vendiendo muñecos «Sambo». Estos muñecos, con su origen en el estereotipo de «Sambo» de la época de la esclavitud estadounidense, representan a un esclavo dócil pero irresponsable. La venta de estos muñecos es un acto de traición para el narrador, quien se siente profundamente decepcionado por la conducta de Clifton. Observa cómo Clifton recoge apresuradamente sus muñecos al ver a los policías blancos que se acercan, lo que sugiere que sabe que no está permitido venderlos en la calle.

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Clifton, en un acto inesperado, invita a la audiencia que se había reunido para ver su exhibición a seguirlo. Mientras tanto, el narrador, lleno de emociones encontradas, ve uno de los muñecos que quedaron atrás y se siente impulsado a destrozarlo con el pie. Sin embargo, ante la presencia de un policía cercano, decide recoger el muñeco y guardarlo en su maletín, una acción que simboliza su conflicto interno y su incapacidad para actuar en el momento.

Mientras se aleja del lugar, el narrador se encuentra con una gran multitud reunida en otra esquina. En el centro de la multitud está Clifton, flanqueado por policías. Repentinamente, presencia un trágico y fatal desenlace: Clifton golpea a uno de los oficiales, quien en respuesta saca su arma y le dispara a Clifton, acabando con su vida de manera instantánea. Este evento inesperado y devastador deja al narrador atónito y lleno de conmoción, alterando por completo su percepción de la realidad y desencadenando una serie de reflexiones sobre el curso de los acontecimientos y su propio papel en la Hermandad.

Resumen: Capítulo 21

l narrador regresa a Harlem conmocionado y torturado por el recuerdo de la muerte de Clifton y la impactante escena de la muñeca negra. Una vez dentro de su oficina, se enfrenta al muñeco y, con una sensación de incredulidad, intenta hacerlo bailar. Pronto descubre que Clifton lo manipulaba hábilmente mediante un hilo negro atado a su espalda. Se queda mirando fijamente al muñeco, sumergido en una mezcla de asombro y pesar, hasta que es interrumpido por un golpe en la puerta.

Un grupo de jóvenes miembros de la Hermandad, visiblemente afectados y afligidos, acude a él en busca de respuestas sobre la muerte de Clifton. El narrador, con pesar, confirma la trágica noticia. Tras intentar comunicarse con la sede sin éxito, decide tomar la iniciativa y organizar una marcha fúnebre en honor a Clifton. Moviliza a los miembros de la Hermandad en su edificio y envía a algunas mujeres para reclamar el cuerpo en la morgue. Además, informa a las iglesias locales sobre el funeral y difunde la noticia de la prematura y evitable muerte de Clifton.

Dos días después, la marcha fúnebre tiene lugar y la comunidad se une en un emotivo y enérgico acto de protesta. Cientos de ex miembros de la Hermandad se suman a la manifestación. El narrador, conmovido por la respuesta de la comunidad, pronuncia un discurso que resuena entre los presentes, instando a la unidad y la acción contra la injusticia. Sin embargo, al concluir su intervención, percibe una tensión palpable entre la multitud.

Con la esperanza de que esta tensión pueda ser canalizada en beneficio de la Hermandad, el narrador aguarda ansiosamente que los miembros de la organización aprovechen esta oportunidad para recuperar su influencia en la comunidad de Harlem y continuar luchando por sus ideales y principios.

Resumen: Capítulo 22

El narrador, tras los sucesos impactantes que vivió al liderar la marcha fúnebre por Tod Clifton, regresa a su oficina buscando un momento de calma y reflexión. Sin embargo, se encuentra con una escena que le sorprende: el hermano Jack y otros miembros del comité de la Hermandad lo esperan allí, claramente exasperados por sus recientes acciones.

Con un tono firme y autoritario, Jack le reprocha al narrador haber vinculado a la Hermandad con la protesta por la muerte de Clifton sin la aprobación previa del comité. Le recuerda que su papel dentro de la organización no es el de pensar por sí mismo, sino el de ser un portavoz que transmita únicamente los mensajes autorizados por la Hermandad.

De manera contundente, Jack informa al narrador que la Hermandad considera a Clifton como un traidor a sus ideales, destacando la supuesta objeción del grupo a las muñecas «anti-negras» que Clifton estaba vendiendo en la calle. Asimismo, niega categóricamente cualquier respaldo de la Hermandad al elogio que el narrador expresó en su discurso, lo que deja al narrador desorientado y cuestionando su posición dentro de la organización.

El narrador, decidido a confrontar la situación, señala que la propia comunidad negra ha acusado a la Hermandad de traición, subrayando el impacto negativo que las acciones de la organización están teniendo en la percepción de la comunidad. En respuesta, Jack afirma que la Hermandad tiene el poder de dictar qué pensamientos son aceptables para la comunidad, mostrando una actitud de control y manipulación.

La tensión entre el narrador y Jack alcanza su punto álgido cuando el primero acusa al segundo de querer asumir el papel de «gran padre blanco«, sugiriendo que Jack está adoptando una postura paternalista y autoritaria dentro de la Hermandad. Este intercambio tenso alcanza un momento surrealista cuando uno de los ojos de Jack, uno de vidrio, se desploma de su órbita y cae dentro de un vaso sobre el escritorio del narrador.

Sin inmutarse, Jack explica que perdió su ojo mientras cumplía con sus deberes para con la Hermandad, presentando su lesión como un sacrificio personal en aras de demostrar su lealtad a la organización y sus ideales. Esta revelación, aunque impactante, no logra resolver las tensiones entre el narrador y Jack, dejando un aire de desconfianza y malestar en el ambiente.

Con la discusión llegando a su fin, el comité da por terminada la reunión y se despide del narrador. Antes de retirarse, Jack le indica al narrador que se comunique con el hermano Hambro, un miembro blanco de la organización, para informarse sobre el nuevo programa de la Hermandad, señalando un posible cambio de dirección en las estrategias y enfoques de la organización.

Resumen: Capítulo 23

La indignación en la comunidad de Harlem sigue creciendo tras la muerte de Clifton. Mientras el narrador recorre las calles, se encuentra con Ras, ahora autodenominado «Ras el Destructor», quien pronuncia un discurso incendiario denunciando a la Hermandad por no capitalizar el impulso generado por el funeral de Clifton. Durante el discurso, dos seguidores de Ras intentan agredir al narrador, pero este logra escapar antes de sufrir daño físico.

Preocupado por su seguridad y buscando pasar desapercibido, el narrador decide disfrazarse y protegerse adquiriendo un par de gafas de sol con lentes de color verde oscuro. Al colocárselas, su apariencia cambia, brindándole cierto grado de anonimato en medio del tumulto de la comunidad. Sin embargo, su intento de pasar desapercibido se ve interrumpido cuando una mujer se le acerca y lo confunde con alguien llamado «Rinehart».

La misteriosa mujer, al dirigirse al narrador como «Rinehart», despierta su confusión y curiosidad. Sin embargo, al negar su identidad como Rinehart, la mujer reacciona con cautela y le advierte que se aleje para evitar complicaciones. Esta breve interacción deja al narrador desconcertado y plantea nuevas preguntas sobre su identidad y el significado detrás del nombre «Rinehart».

El narrador, decidido a reforzar su disfraz, incorpora un gran sombrero como complemento. Mientras se encamina de regreso a la reunión de Ras, continúa experimentando encuentros en los que diversas personas lo confunden con alguien llamado «Rinehart». Una mujer en la calle lo identifica como su corredor de apuestas, mientras que una prostituta lo confunde con su proxeneta. Además, pasa junto a un grupo de personas que esperan la llegada del «Reverendo Rinehart», descrito como un «tecnólogo espiritual» que realizará un avivamiento.

El narrador se ve sorprendido por la abrumadora familiaridad de la comunidad con la figura de Rinehart, de la cual él mismo carece. Mientras observa cómo todos los demás parecen conocer a este personaje, se enfrenta a un sentimiento de ignorancia y desconcierto respecto a quién es realmente Rinehart y cuál es su papel en la comunidad. La discrepancia entre su falta de conocimiento y la certeza de los demás genera una sensación de extrañeza y desconexión.

El narrador, después de una conversación reveladora con el hermano Hambro, se enfrenta a una difícil realidad: la Hermandad está dispuesta a sacrificar su influencia en Harlem en aras de objetivos políticos más amplios. Esta noticia lo llena de indignación y furia, al sentir que la comunidad a la que se ha comprometido se ve relegada a un segundo plano en favor de una agenda más amplia y distante. Saliendo del apartamento de Hambro, el narrador se siente impulsado por un sentido de traición y decepción.

Decidido a seguir el consejo de su abuelo y «sonreír hasta matar», el narrador elabora un plan para sabotear discretamente los planes de la Hermandad. Su estrategia incluye convencer a los miembros de la Hermandad de que la comunidad de Harlem respalda completamente su nueva política, incluso si eso significa recurrir a tácticas engañosas, como llenar tarjetas de membresía falsas para inflar el número de miembros de la Hermandad en Harlem. Esta decisión refleja su determinación de defender los intereses de la comunidad, incluso si eso significa desafiar a la propia organización a la que pertenece.

Además, el narrador planea indagar en los verdaderos objetivos del comité de la Hermandad al cultivar una relación con una mujer cercana a uno de los líderes importantes. Considera la posibilidad de acercarse a Emma, la amante de Jack, como una estrategia para obtener información privilegiada y entender mejor los movimientos y motivaciones del liderazgo de la Hermandad. Esta táctica refleja su astucia y determinación para descubrir la verdad y proteger los intereses de la comunidad negra.

Resumen: Capítulo 24

Las tensiones en Harlem se intensifican rápidamente, con multitudes que se congregan con facilidad ante cualquier provocación mínima. Los disturbios estallan con la ruptura de escaparates y enfrentamientos, alimentados aún más por la incitación de Ras, que busca propagar una violencia sin sentido. En medio de este caos, el narrador asume un papel crucial al enviar miembros de la Hermandad para contener la violencia y calmar los ánimos exaltados.

Con una habilidad estratégica impresionante, el narrador denuncia públicamente a la prensa por exagerar incidentes menores, desafiando así la narrativa sensacionalista que amenaza con exacerbar la situación. En paralelo, informa a la sede de la Hermandad sobre una falsa campaña de limpieza implementada en Harlem, diseñada para desviar la atención de la comunidad de la reciente muerte de Tod Clifton. Esta medida no solo busca calmar las tensiones, sino también distraer a la gente de los conflictos en curso.

De manera astuta, el narrador utiliza la desinformación para engañar a la Hermandad y mantener su posición estratégica. Al proporcionar información falsa sobre el estado de Harlem y presentar una lista ficticia de nuevos miembros, logra manipular la percepción de la organización sobre la situación en el vecindario. Su habilidad para pasar desapercibido demuestra su astucia y su determinación para proteger los intereses de la comunidad, incluso a costa de engañar a su propia organización.

El narrador decide no utilizar a Emma para descubrir los verdaderos objetivos de la Hermandad. En su lugar, decide utilizar a Sybil , una esposa abandonada de uno de los miembros de la Hermandad, que una vez había indicado que quería conocerlo mejor. Al invitarla a su apartamento, planea actuar con suavidad y encanto como Rinehart. Sin embargo, sólo consigue emborrachar a Sybil y a él. Ella no tiene ningún interés en la política y sólo quiere que él interprete a un negro salvaje en su fantasía de violación.

De manera inesperada, el narrador se ve interrumpido por una llamada frenética de la Hermandad de Harlem, urgido a su presencia con premura. El sonido de cristales rotos, que se cuela a través del teléfono, agrega un matiz de caos al pedido. Sin tiempo que perder, toma su maletín y apresura a Sybil hacia un taxi que se dirige al centro, mientras él mismo se encamina hacia Harlem, adentrándose en las calles que zumban con una energía inquietante. Bajo un puente, una bandada de pájaros irrumpe en el cielo, dejando un rastro desagradable de excrementos que parece augurar tiempos turbulentos.

El estallido de un motín sacude las calles de Harlem, envolviendo al narrador en un vendaval de confusión y peligro. Confrontado por un grupo de saqueadores, escucha relatos dispersos y contradictorios sobre el origen del caos. Uno de ellos menciona a un joven, evocando una indignación generalizada que parece apuntar hacia Clifton como el epicentro del descontento. Otros señalan a Ras, con su retórica incendiaria, como la chispa que prendió la mecha, mientras que algunos hablan de una misteriosa mujer blanca que desencadenó el primer enfrentamiento. La verdad se desdibuja entre las sombras de la violencia y la agitación.

Resumen: Capítulo 25

El narrador, consternado, descubre que Ras está avivando las llamas de la destrucción violenta, y la verdad golpea con la fuerza de un mazo: la Hermandad ha sido la arquitecta detrás de los disturbios raciales, manipulando los hilos del caos desde el inicio. Con un nudo en la garganta, se ve inmerso en los nefastos planes de un alborotador, arrastrado hacia la vorágine de quemar un edificio residencial. El pánico lo consume cuando se da cuenta de que ha dejado su maletín dentro del edificio incendiado, y sin dudarlo, arriesga su vida entre las llamas para recuperarlo. Busca su disfraz de Rinehart, clave para su supervivencia, pero las gafas de sol han sido destrozadas por el fuego, dejándolo vulnerable y expuesto en medio del caos.

Corre desesperadamente a través del laberinto urbano, donde el humo y el tumulto se entrelazan en una danza mortal. Se topa con un edificio saqueado, donde la escena siniestra de cuerpos colgantes del techo parece extraída de una pesadilla. Sin embargo, la realidad es aún más inquietante: los cuerpos son meros maniquíes, una representación macabra de la grotesca farsa que se desarrolla en las calles. De repente, su visión se cruza con la figura imponente de Ras, montado en su caballo negro, empuñando una lanza y ataviado con el traje de un jefe abisinio. Ras, con voz atronadora, clama por la sangre del narrador, tachándolo de traidor y exigiendo su linchamiento.

El narrador, preso del terror y la desesperación, intenta desesperadamente desentrañar la telaraña de engaños que ha envuelto a su comunidad en un frenesí autodestructivo. Pero sus palabras se pierden en el clamor de la turba enfurecida, mientras el grito de muerte de Ras resuena en el aire enrarecido. Con el corazón palpitante, huye en busca de un refugio, solo para encontrarse con la mirada implacable de dos policías que bloquean su escape en las angostas callejuelas. Atrapado entre la espada y la pared, corre sin rumbo, sus pasos resonando en la noche, hasta que, en un instante fatídico, cae en la boca del infierno: una alcantarilla abierta, que lo engulle en la oscuridad de su destino incierto. Las risas burlonas de los policías se desvanecen mientras sellan su destino bajo tierra, prisionero de un mundo sumido en la locura.

Para obtener algo de claridad en medio de la oscuridad que lo rodea, el narrador toma la decisión drástica de quemar uno por uno los objetos que guarda en su maletín. Entre ellos se encuentran reliquias de su pasado, como su diploma de escuela secundaria y el muñeco que alguna vez perteneció a Clifton. En un gesto simbólico, el fuego consume estos recuerdos, arrojando destellos de luz efímera en la penumbra que lo envuelve. En ese proceso, descubre un fragmento de papel que contiene el nombre que Jack le había asignado en la Hermandad, junto con la ominosa carta anónima que alguna vez recibió. Mientras las llamas consumen los vestigios de su antigua vida, una verdad perturbadora emerge: la caligrafía de ambos documentos es idéntica, sugiriendo una conexión más profunda de lo que jamás habría imaginado.

Abrazado por las sombras de la noche, el narrador se sume en un sueño febril, donde los fantasmas de su pasado cobran vida. Jack, Emerson, Bledsoe, Norton y Ras se materializan en su mente, tejiendo una telaraña de engaños y traiciones. En esta pesadilla grotesca, los hombres se burlan de él, lo castran metafóricamente y lo despojan de sus sueños y esperanzas. El eco de sus gritos de angustia y furia resuena en la oscuridad de la noche, como un lamento por lo que ha perdido y lo que nunca podrá recuperar.

Al despertar, el narrador se enfrenta a una verdad implacable: su mundo se ha desmoronado, sus ilusiones han sido destrozadas y su identidad se ha desdibujado en las sombras. Con una determinación férrea, decide sumergirse en la clandestinidad, aceptando que el final estaba latente desde el principio. En este acto de renuncia y resignación, encuentra una especie de liberación, una rendición al destino que lo ha llevado por un camino tortuoso e incierto. En las profundidades de su ser, reconoce la verdad esencial: que el fin y el principio están entrelazados en una danza eterna, una verdad que ahora abraza con aceptación y serenidad.

Resumen: Epílogo

El narrador concluye su relato con una reflexión profunda sobre su condición de «hombre invisible». Reconoce que este estado de invisibilidad lo ha arrojado a un «agujero», una metáfora que sugiere tanto su marginalización social como la revelación de la verdad cruda y despiadada de su existencia. Aunque inicialmente acepta esta realidad con renuencia, con el tiempo, llega a una especie de resignación.

La incertidumbre sobre su papel en la lucha social lo persigue, ya que no puede determinar si su elección de permanecer en la clandestinidad lo ha relegado a la retaguardia del activismo o lo ha colocado en la vanguardia. Opta por dejar esta pregunta sin respuesta, confiando en que otros, como Jack, puedan ofrecer una perspectiva más clara. En cambio, se compromete a estudiar las lecciones que su vida le ha enseñado, reconociendo que en ellas puede encontrar la sabiduría y la orientación que necesita para seguir adelante.

En estas palabras finales, el narrador revela una profunda introspección y una voluntad de aprender de su experiencia. Aunque pueda sentirse perdido en las sombras de la invisibilidad, abraza la oportunidad de encontrar significado en su vida y, tal vez, de descubrir su verdadero lugar en el mundo.

El narrador reflexiona sobre su propia experiencia y llega a una conclusión sorprendente: se ha encontrado a sí mismo en una encrucijada donde el odio hacia sí mismo se ha entrelazado con el amor que ha recibido de los demás. Reconoce que en los momentos en que trató de expresarse con sinceridad, se encontró con un odio hacia sí mismo que lo abrumó. De manera similar, descubrió que recibió más amor cuando se conformaba con las creencias erróneas de los demás.

Esta revelación lo lleva a tomar una decisión radical: opta por escapar de este dilema volviéndose invisible. Encuentra refugio en una habitación secreta, apartada en un sótano cerrado, donde su mente puede vagar libremente y sumergirse en la reflexión. Recuerda el consejo de su abuelo de «aceptarlos hasta la muerte», pero ahora cuestiona el verdadero significado detrás de esas palabras. Se da cuenta de que su intento de decir «sí» a la Hermandad fue una farsa, lo que lo lleva a reconsiderar profundamente el mensaje de su abuelo.

El narrador se sumerge en una nueva interpretación de las palabras de su abuelo, cuestionando si el «sí» que le aconsejó decir no se refería a la sumisión a la Hermandad, sino a la aceptación de los principios fundamentales sobre los que se construyó el país. Se plantea la posibilidad de que al decir «sí», su abuelo intentara asumir la responsabilidad de los males de la sociedad y, al hacerlo, trascenderlos. Esta introspección lo lleva a una comprensión más profunda de su propia identidad y de su papel en el mundo.

El narrador rechaza la idea de anhelar el poder de Jack, la libertad de Rinehart o incluso la capacidad de no tener que huir. Ha optado por permanecer en su escondite subterráneo con el propósito de descubrir exactamente lo que desea. A través de esta experiencia de reclusión, ha llegado a comprender que, aunque sea invisible para el mundo exterior, no está ciego. Se sumerge en una profunda reflexión sobre la naturaleza del mundo que lo rodea y la presión que ejerce sobre las personas para que se ajusten a un patrón preestablecido.

En su soledad bajo tierra, el narrador llega a una importante conclusión: la vida debe ser vivida, no controlada. Reconoce que el destino humano no consiste en seguir un único camino o en conformarse con una única identidad, sino en alcanzar un estado de unidad en la diversidad. Esta revelación lo lleva a abrazar la complejidad de la existencia humana y a reconocer la riqueza que proviene de la interacción entre diferentes experiencias y perspectivas.

El narrador relata un incidente memorable en el metro, donde se encuentra con un anciano blanco vagando por el andén, aparentemente perdido pero demasiado orgulloso para pedir indicaciones. Este hombre resulta ser el señor Norton. Después de un breve intercambio, el narrador pregunta al Sr. Norton si reconoce quién es y menciona el Día Dorado, una referencia a un evento significativo en sus vidas pasadas. Ante la pregunta del narrador, Norton parece confundido y cuestiona por qué debería reconocerlo, a lo que el narrador responde de manera provocativa: «Porque soy tu destino… Yo te hice«. La reacción de Norton es de incredulidad, considerando al narrador como alguien fuera de sí, mientras el narrador estalla en una risa histérica mientras Norton aborda el tren.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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